domingo, 12 de agosto de 2012


Historia de los festivales de cine  inernacional



El Festival ha procurado ampliar constantemente su oferta cultural y cinematográfica. A este interés respondió la práctica iniciada en 1980 de organizar homenajes a realizadores extranjeros poco conocidos en nuestro país. Así, se han llevado a cabo estudios de la obra de los italianos hermanos Taviani, del gran cómico francés Jacques Tati y del cineasta chileno Raúl Ruiz.

En todos los casos estos homenajes han ido acompañados de la edición de libros sobre la vida y obra de los directores, que en algún caso estuvieron presentes, como Paolo Taviani ó Raúl Ruiz.

A principios de los años ochenta se iniciaron una serie de homenajes a profesionales y colectivos del cine español, así como a cineastas extranjeros de gran prestigio, pero poco conocidos por el público general. Desde entonces se ha destacado el trabajo de gentes del cine español, tan interesantes como el productor Emiliano Piedra, el decorador Enrique Alarcón, el compositor Carmelo Bernaola, los polifacéticos cineastas Iván Zulueta y Gonzalo Suárez, así como el de colectivos fundamentales de la industria como los directores de fotografía, los guionistas, los productores. En la edición de 2001 fueron los directores artísticos quienes se convirtieron en protagonistas de Alcine, con una exposición en la que se mostraban sus principales trabajos.

La iniciativa pretendía destacar el trabajo de quienes no son objeto habitual de estos reconocimientos. En 1983 se homenajeó al productor Emiliano Piedra, en 1984 fue el decorador Enrique Alarcón y 1986 fue el año del compositor Carmelo Bernaola y la creación de música para cine en España. En la pasada edición le tocó el turno a un personalísimo realizador, Antonio Drove, a quien se dedicó además un ciclo retrospectivo en el que se proyectaron obras legendarias de este autor, como ‘La verdad sobre el caso Savolta’o ‘El Túnel’.

Los polifacéticos Iván Zulueta y Gonzalo Suárez fueron los protagonistas de las ediciones de los años 1989 y 1991 y la edición de 1994 estuvo dedicada a los Directores de Fotografía del Cine Español. La 25 edición sirvió para realizar un homenaje a la ciudad de Alcalá de Henares a través de su relación con el cine, materializada básicamente en su habitual utilización como escenario natural para innumerables rodajes.

En todos estos casos, el Festival ha editado el correspondiente libro con interesantes aportes bibliográficos que han pretendido enriquecer la literatura cinematográfica en nuestro país. El Festival celebró en las ediciones 25 y 26 el centenario del cine con proyectos muy especiales. Si en la edición de 1995 se conmemoraba tanto el centenario del cine como los 25 años del Festival con la proyección de 100 cortometrajes de los grandes maestros de la cinematografía mundial de todos los tiempos, en la del año 96 era el centenario del cine en España el gran protagonista.

Con motivo de este importante evento, se editó un libro que supuso la primera aproximación a la historia del cortometraje en nuestro país y que contó con la participación de algunos de los más prestigiosos historiadores del cine en nuestro país, como Román Gubern, Esteve Riambau, Julio Pérez Perucha ó Joaquín Cánovas, entre otros.

Dentro del proyecto dedicado en el 27 Festival a los nuevos realizadores del cine español de los 90, se editó un libro, escrito por el historiador y crítico cinematográfico Carlos F. Heredero, bajo el título ‘Espejo de miradas’. El 28 Festival publica un libro sobre ‘Cervantes en el cine’ con motivo del 450 aniversario del nacimiento del alcalaíno más universal. El 29 Festival centra su publicación en la labor de los guionistas españoles, el 30 Festival publica un repaso sobre el corto español de los años 90 coincidiendo con el final de la década y el de la edición número 31 se dedica a analizar el trabajo de los más importantes directores de arte de la cinematografía española bajo el título ‘La arquitectura de los sueños’. En 2002 el libro ‘Antonio Drove. La razón del sueño’, analiza en profundidad la filmografía de este realizador.



Festival Internacional de Cine de San Sebastián

El Festival de San Sebastián (en euskera: Donostiako Zinemaldia, en inglés: San Sebastian International Film Festival) es un certamen cinematográfico de la máxima categoría (A) acreditada por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF). Se celebra anualmente a finales del mes de septiembre, en la ciudad vasca de San Sebastián (España). Su primera edición arrancó el 21 de septiembre de 1953.

El Festival de San Sebastián es el más importante de los que se celebran en España y en el conjunto de países de habla hispana, así como uno de los más longevos y prestigiosos de Europa. Constituye, de hecho, uno de los eventos culturales de mayor envergadura y repercusión de España. Es el único festival de la máxima categoría (A) del país y uno de los siete únicos festivales europeos y de los trece mundiales con esta categoría. A lo largo de su historia, ha sido escenario de acontecimientos destacables de dimensión internacional, como el estreno internacional de Vértigo y el estreno mundial de Con la muerte en los talones, ambas de Alfred Hitchcock, el estreno europeo de la saga de Star Wars o, más recientemente, el estreno mundial de Melinda y Melinda, de Woody Allen.

En su más de medio siglo de existencia, el festival ha propiciado el descubrimiento de nuevos talentos del mundo del cine. Por ejemplo, es el primer festival al que acudió Roman Polanski al inicio de su carrera e impulsó las de directores como Francis Ford Coppola o Pedro Almodóvar. Al mismo tiempo, el Festival ha gozado de la presencia de estrellas internacionales consagradas, desde Bette Davis, Gregory Peck, Elizabeth Taylor y Audrey Hepburn hasta Robert De Niro, Meryl Streep, Richard Gere, Michael Douglas, Catherine Zeta-Jones, Mel Gibson, Demi Moore, Naomi Watts o Brad Pitt, por poner sólo unos ejemplos.

Tras varias ediciones que fueron objeto de críticas contundentes, en la 55 edición, en 2007, el Festival estrenó nueva identidad gráfica y una nueva fórmula que combinaba el cine independiente y de calidad internacional y muy especialmente latinoamericano y español capaz de atraer con fuerza a los aficionados y de agradar a los críticos, con una mayor presencia de actores y directores conocidos por el público. Aunque esta fórmula le ha permitido recuperar el apoyo de la ciudadanía e incrementar su repercusión mediática, la presión de otros festivales, con presupuestos muy superiores al de San Sebastián y una capacidad de atracción de la industria muy superior, plantea grandes dificultades a las que el Festival donostiarra tendrá que hacer frente en los próximos años.[1]



Por la escalinata del Teatro Victoria Eugenia ha ascendido buena parte de las estrellas del cine del siglo XX.

Tras ser concebido para su primera edición en 1953 como una Semana Internacional de Cine impulsada por el comercio local, en el año 1954 adquirió la denominación de Festival Internacional de Cine, al hacerse cargo de la organización del certamen el Sindicato Nacional de Espectáculos y el Ministerio de Información y Turismo, satisfechos ambos organismos con los resultados obtenidos en esa primera edición y con ambiciosas aspiraciones de futuro. En dicha segunda edición obtuvo de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF) la categoría B (festival no competitivo), como recompensa a los esfuerzos demostrados por el gobierno franquista para flexibilizar la censura y permitir ciertos privilegios fiscales a las películas presentadas al certamen.

En 1955 el Festival otorgó la primera Concha de Plata como premio distintivo del certamen (la ganadora fue Giorni d'amore, de Giussepe de Santis), primer galardón concedido por el Festival a una película extranjera. Al año siguiente, en 1956, la FIAPF no reconoció al Festival. Se avecinaban ciertos nubarrones que podían llevar a la experiencia cinematográfica donostiarra a la desaparición. Visto el interés del régimen franquista en potenciar un festival de cine que proyectara una imagen moderna y cosmopolita de España, el ayuntamiento de Palma de Mallorca mostró un extraordinario interés en que el festival fuera trasladado a dicha ciudad, achacando los titubeos y las crisis del certamen al hecho de que se celebrara en San Sebastián. Las autoridades decidieron, sin embargo, mantener el festival en la capital guipuzcoana y abrirlo con cierta generosidad, dentro de los limitados márgenes de un régimen dictatorial, al cine estadounidense.


Woody Allen en una rueda de prensa durante la 52 edición, en la que estrenó su película Melinda & Melinda.

Gracias a este decisivo paso, que suponía el espaldarazo definitivo al certamen, en 1957 le fue concedida la máxima categoría, la categoría A (festival competitivo), quedando establecida la Gran Concha de Oro como principal galardón. En dicha primera edición en la máxima categoría, se proclamó ganadora a otra película italiana, La nonna Sabella, de Dino Risi. En la siguiente edición, en 1958, fue premiada Ewa chce spac, de Tadeusz Chmielewski. Una decisión que resultó polémica, dado que contra ella competía una película de calidad muy superior, Vértigo, de Alfred Hitchcock, que visitó San Sebastián, presentada en primicia mundial en el certamen donostiarra. La presencia de estrellas como Kirk Douglas, quien atendió pacientemente el agotador programa de actos que la precaria organización del Festival le había preparado, o el propio Alfred Hitchcock, era la recompensa de la industria Hollywoodiense por el interés mostrado por la organización del certamen. A pesar de la cierta injusticia cometida con Vértigo, Hitchcock cumplió su promesa de estrenar su próxima película, Con la muerte en los talones, en San Sebastián al año siguiente, con la que tampoco consiguió la Concha de Oro.

Tras la remontada iniciada en 1957, el Festival perdió la categoría A en 1963, recuperándola al año siguiente. Dirigido desde 1970 por Luis Gasca, una grave crisis se apoderó del certamen entre 1980 y 1984. Al tomar las riendas Diego Galán se inició el camino de recuperación de la máxima categoría, instaurándose el Premio Donostia.

Actualmente está organizado por una sociedad anónima con la denominación del Festival en cuyo accionariado participan a partes iguales el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (Ministerio de Cultura), el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de San Sebastián.

Desde enero de 2001 el festival está dirigido por el guipuzcoano Mikel Olaciregui, en sustitución de Diego Galán. El nuevo director ha vivido alguno de los años más difíciles del festival. En el año 2001, en vísperas del festival, se producen los atentados del 11-S, lo que desemboca en la ausencia de estrellas norteamericanas. En el año 2003 se produce una huelga en el Hotel María Cristina, punto neurálgico del certamen, de forma que la concentración habitual de estrellas se disuelve y éstas buscan alojamiento en otros hoteles de la ciudad.

Sin embargo, en 2004 Woody Allen estrenó a nivel mundial en San Sebastián su película Melinda & Melinda en la gala de inauguración de la 52 edición, lo que supuso todo un hito en la historia del festival, que desplazaba al Festival de Venecia como lugar de estreno de las películas del director neoyorquino. Tras dos ediciones más discutidas, las ediciones 53 y 54, la de 2007, marcada positivamente por la recuperación del histórico Teatro Victoria Eugenia, que había permanecido cerrado y en obras desde el año 2000, devolvió a San Sebastián a un buen puñado de estrellas internacionales, entre las que cabe destacar a Samuel L. Jackson, Demi Moore, Roberto Benigni, Viggo Mortensen, David Cronenberg o Richard Gere. Las enormes aglomeraciones de donostiarras que se acercaron a recibir a las estrellas superaron, con mucho, las que se habían producido en las ediciones anteriores, y devolvieron al Festival la plena aceptación popular del público donostiarra no habitual en las salas de cine durante el certamen. En cualquier caso, la principal característica del Festival, diferenciadora del resto de festivales, es la capacidad de atracción de los propios donostiarras, que inundan las salas de cine de la ciudad, que durante esos días solo emiten películas del Festival y a precios reducidos. Se trata del Festival con mayor asistencia de público del circuito de Festivales internacionales de primera categoría.



El Kursaal durante la gala de clausura de la 54 Edición (2006).

En 2008 se produce otro repunte en la trayectoria del festival con la presentación de la nueva película de Woody Allen: Vicky Cristina Barcelona, que cuenta con la presencia del propio Woody Allen y de Javier Bardem. Antonio Banderas recibe el premio Donostia de manos de Pedro Almodóvar, y Ben Stiller y Robert Downey Jr presentan su nueva película la supertaquillera Tropic Thunder; también se pueden ver pequeñas perlas del cine como la adaptación del libro El niño del pijama de rayas. Otros visitantes ilustres son Meryl Streep, galardonada con el premio Donostia, y John Malkovich.

El Festival de San Sebastián se ha estabilizado en su tradicional enfoque al ámbito hispanohablante sin haber renunciado a su dimensión internacional.

Historia el festival de cine en Guadalajara


A lo largo de sus veinte años de existencia, el Festival Internacional de Cine en Guadalajara se ha consolidado como un espacio privilegiado para la exhibición del cine de calidad. Desarrollado en un ambiente que favorece el diálogo entre los creadores y el público, el Festival ha sido también un lugar de reunión de cineastas, actores, fotógrafos, funcionarios, distribuidores y críticos, nacionales y extranjeros. Así, este encuentro anual ha servido para dar a conocer jóvenes valores e impulsar sus carreras, al mismo tiempo que ha reconocido y revisado la obra de los ya consagrados.

Desde sus modestos, pero muy bien encaminados inicios, el Festival (originalmente Muestra de Cine Mexicano) definió una línea de trabajo que se ha mantenido. Por supuesto que ha crecido y se ha diversificado, pero no ha abandonado ninguna de las labores que en 1986 se consideraron importantes y prioritarias y que hasta hoy siguen siendo fundamentales a la hora de determinar las políticas de programación y de organizar su crecimiento. Más películas, más salas, más invitados, más actividades, pero manteniendo la misma idea rectora.

En un momento difícil para el cine nacional, el Festival se propuso como una vitrina, dirigida primero hacia el espacio local y luego hacia el internacional, que mostrara y en consecuencia abriera espacios a la producción nacional. Sin descuidar, por supuesto las cinematografías latinoamericanas, que casi desde el comienzo fueron objeto de una atención especial, y sin olvidar tampoco el cine que se hace en el resto del mundo, muchas de cuyas obras importantes también pasaron por Guadalajara durante las dos últimas décadas.

Para el Festival, la importancia del cine reside sobre todo en su valor cultural, en la manera que refleja la identidad de un pueblo, su idiosincrasia, sus costumbres. En ese sentido, la exhibición del cine actual ha tenido siempre como referente al cine de pasado, objeto de retrospectivas y homenajes. Publicaciones, coloquios, exposiciones, mesas redondas, debates, han llevado el cine a todos los rincones de Guadalajara durante los días del Festival, incluso a las fiestas, que tienen para los visitantes un sabor muy especial.

Pero igualmente reconoce que es necesario abrir nuevas puertas para el cine nacional e iberoamericano. Por eso, de hace tres años se inauguró un Mercado del Cine, en franca consolidación. Al tiempo que también ha habido foros para la presentación y discusión de proyectos, encuentros que posibilitan los convenios de coproducción y diferentes tipo de reuniones que buscan que el aspecto económico del cine no sea ajeno al Festival. Al contrario. La supervivencia del Festival sólo puede darse en la medida en que exista un cine mexicano e iberoamericano cada vez más vital, más poderoso y menos dependiente de los vaivenes cíclicos que han afectado tradicionalmente a nuestras cinematografías.


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