Historia de los
festivales de cine inernacional
El Festival ha procurado ampliar constantemente su oferta
cultural y cinematográfica. A este interés respondió la práctica iniciada en
1980 de organizar homenajes
a realizadores extranjeros poco conocidos en nuestro país. Así,
se han llevado a cabo estudios de la obra de los italianos hermanos Taviani, del
gran cómico francés Jacques
Tati y del cineasta chileno Raúl Ruiz.
En todos los casos estos homenajes han ido acompañados de la edición de libros sobre la vida y obra
de los directores, que en algún caso estuvieron presentes, como
Paolo Taviani ó Raúl
Ruiz.
A principios de los años ochenta se iniciaron una serie de homenajes a profesionales y colectivos
del cine español, así como a cineastas extranjeros de gran prestigio,
pero poco conocidos por el público general. Desde entonces se ha destacado el
trabajo de gentes del cine español, tan interesantes como el productor Emiliano Piedra, el
decorador Enrique
Alarcón, el compositor Carmelo
Bernaola, los polifacéticos cineastas Iván Zulueta y Gonzalo Suárez,
así como el de colectivos fundamentales de la industria como los directores de
fotografía, los guionistas, los productores. En la edición de 2001 fueron los directores artísticos
quienes se convirtieron en protagonistas de Alcine, con una exposición en la
que se mostraban sus principales trabajos.
La iniciativa pretendía destacar el trabajo de quienes no son objeto habitual
de estos reconocimientos. En 1983 se homenajeó al productor Emiliano Piedra, en
1984 fue el decorador Enrique
Alarcón y 1986 fue el año del compositor Carmelo Bernaola y la
creación de música para cine en España. En la pasada edición le tocó el turno a
un personalísimo realizador, Antonio
Drove, a quien se dedicó además un ciclo retrospectivo en el
que se proyectaron obras legendarias de este autor, como ‘La verdad sobre el
caso Savolta’o ‘El Túnel’.
Los polifacéticos Iván
Zulueta y Gonzalo Suárez fueron los protagonistas de las
ediciones de los años 1989 y 1991 y la edición de 1994 estuvo dedicada a los Directores de Fotografía del Cine
Español. La 25 edición sirvió para realizar un homenaje a la
ciudad de Alcalá de Henares a través de su relación con el cine, materializada
básicamente en su habitual utilización como escenario natural para innumerables
rodajes.
En todos estos casos, el Festival ha editado el correspondiente libro con
interesantes aportes bibliográficos que han pretendido enriquecer la literatura
cinematográfica en nuestro país. El Festival celebró en las
ediciones 25 y 26 el centenario del cine con proyectos muy especiales. Si en la
edición de 1995 se conmemoraba tanto el centenario del cine como los 25 años del Festival
con la proyección de 100 cortometrajes de los grandes maestros de la
cinematografía mundial de todos los tiempos, en la del año 96 era el centenario del cine en España
el gran protagonista.
Con motivo de este importante evento, se editó un libro que supuso la primera
aproximación a la historia
del cortometraje en nuestro país y que contó con la
participación de algunos de los más prestigiosos historiadores del cine en
nuestro país, como Román
Gubern, Esteve Riambau, Julio Pérez Perucha ó Joaquín Cánovas,
entre otros.
Dentro del proyecto dedicado en el 27 Festival a los nuevos realizadores del
cine español de los 90, se editó un libro, escrito por el historiador y crítico
cinematográfico Carlos
F. Heredero, bajo el título ‘Espejo de miradas’. El 28 Festival
publica un libro sobre ‘Cervantes
en el cine’ con motivo del 450 aniversario del nacimiento del
alcalaíno más universal. El 29 Festival centra su publicación en la labor de
los guionistas españoles, el 30 Festival publica un repaso sobre el corto
español de los años 90 coincidiendo con el final de la década y el de la
edición número 31 se dedica a analizar el trabajo de los más importantes
directores de arte de la cinematografía española bajo el título ‘La arquitectura de los sueños’.
En 2002 el libro ‘Antonio
Drove. La razón del sueño’, analiza en profundidad la
filmografía de este realizador.
Festival Internacional de Cine de San Sebastián
El Festival de San Sebastián es el más importante de
los que se celebran en España y en el conjunto de países
de habla hispana, así como uno de los más longevos y prestigiosos de
Europa. Constituye, de hecho, uno de los
eventos culturales de mayor envergadura y repercusión de España. Es el único festival de la máxima
categoría (A) del país y uno de los siete únicos festivales europeos y de los
trece mundiales con esta categoría. A lo largo de su historia, ha sido
escenario de acontecimientos destacables de dimensión internacional, como el
estreno internacional de Vértigo
y el estreno mundial de Con la
muerte en los talones, ambas de Alfred Hitchcock, el estreno europeo de la
saga de Star Wars o, más recientemente, el
estreno mundial de Melinda y Melinda,
de Woody Allen.
En su más de medio siglo de existencia, el festival ha
propiciado el descubrimiento de nuevos talentos del mundo del cine. Por
ejemplo, es el primer festival al que acudió Roman Polanski al inicio de su carrera e
impulsó las de directores como Francis Ford
Coppola o Pedro Almodóvar.
Al mismo tiempo, el Festival ha gozado de la presencia de estrellas
internacionales consagradas, desde Bette Davis, Gregory Peck, Elizabeth Taylor y Audrey Hepburn hasta Robert De Niro, Meryl Streep, Richard Gere, Michael Douglas, Catherine
Zeta-Jones, Mel Gibson, Demi Moore, Naomi Watts o Brad Pitt, por poner sólo unos ejemplos.
Tras varias ediciones que fueron objeto de críticas
contundentes, en la 55 edición, en 2007, el Festival estrenó
nueva identidad gráfica y una nueva fórmula que combinaba el cine independiente
y de calidad internacional y muy especialmente latinoamericano y español capaz
de atraer con fuerza a los aficionados y de agradar a los críticos, con una
mayor presencia de actores y directores conocidos por el público. Aunque esta
fórmula le ha permitido recuperar el apoyo de la ciudadanía e incrementar su
repercusión mediática, la presión de otros festivales, con presupuestos muy
superiores al de San Sebastián y una capacidad de atracción de la industria muy
superior, plantea grandes dificultades a las que el Festival donostiarra tendrá
que hacer frente en los próximos años.[1]
Tras ser concebido para su primera edición en 1953
como una Semana Internacional de Cine impulsada por el comercio local, en el
año 1954 adquirió la denominación de Festival
Internacional de Cine, al hacerse cargo de la organización del certamen el Sindicato
Nacional de Espectáculos y el Ministerio de Información y Turismo, satisfechos
ambos organismos con los resultados obtenidos en esa primera edición y con
ambiciosas aspiraciones de futuro. En dicha segunda edición obtuvo de la Federación Internacional de Asociaciones de
Productores Cinematográficos (FIAPF)
la categoría B (festival no competitivo), como recompensa a los esfuerzos
demostrados por el gobierno franquista para
flexibilizar la censura y permitir ciertos privilegios fiscales a las películas
presentadas al certamen.
En 1955 el Festival otorgó la primera Concha de Plata
como premio distintivo del certamen (la ganadora fue Giorni d'amore, de Giussepe
de Santis), primer galardón concedido por el Festival a una película
extranjera. Al año siguiente, en 1956, la FIAPF no
reconoció al Festival. Se avecinaban ciertos nubarrones que podían llevar a la
experiencia cinematográfica donostiarra a la desaparición. Visto el interés del
régimen franquista en potenciar un festival de cine que proyectara una imagen
moderna y cosmopolita de España, el ayuntamiento
de Palma de Mallorca
mostró un extraordinario interés en que el festival fuera trasladado a dicha
ciudad, achacando los titubeos y las crisis del certamen al hecho de que se
celebrara en San Sebastián.
Las autoridades decidieron, sin embargo, mantener el festival en la capital guipuzcoana
y abrirlo con cierta generosidad, dentro de los limitados márgenes de un
régimen dictatorial, al cine estadounidense.
Gracias a este decisivo paso, que suponía el
espaldarazo definitivo al certamen, en 1957
le fue concedida la máxima categoría, la categoría A (festival competitivo),
quedando establecida la Gran Concha de Oro como principal galardón. En
dicha primera edición en la máxima categoría, se proclamó ganadora a otra
película italiana, La nonna Sabella, de Dino Risi. En la siguiente edición, en 1958,
fue premiada Ewa chce spac, de Tadeusz Chmielewski. Una decisión que
resultó polémica, dado que contra ella competía una película de calidad muy
superior, Vértigo, de Alfred Hitchcock, que visitó San Sebastián, presentada en primicia
mundial en el certamen donostiarra. La presencia de estrellas como Kirk Douglas, quien atendió pacientemente
el agotador programa de actos que la precaria organización del Festival le
había preparado, o el propio Alfred Hitchcock, era la recompensa de la
industria Hollywoodiense por el interés mostrado por
la organización del certamen. A pesar de la cierta injusticia cometida con Vértigo,
Hitchcock cumplió su promesa de estrenar su próxima película, Con la
muerte en los talones, en San Sebastián al año siguiente, con la que
tampoco consiguió la Concha de Oro.
Tras la remontada iniciada en 1957, el Festival perdió
la categoría A en 1963, recuperándola al año siguiente.
Dirigido desde 1970 por Luis Gasca, una grave crisis se apoderó del
certamen entre 1980 y 1984.
Al tomar las riendas Diego Galán se
inició el camino de recuperación de la máxima categoría, instaurándose el Premio Donostia.
Desde enero de 2001
el festival está dirigido por el guipuzcoano Mikel
Olaciregui, en sustitución de Diego Galán. El nuevo director ha vivido
alguno de los años más difíciles del festival. En el año 2001, en vísperas del
festival, se producen los atentados del 11-S,
lo que desemboca en la ausencia de estrellas norteamericanas. En el año 2003 se
produce una huelga en el Hotel María Cristina, punto neurálgico del certamen,
de forma que la concentración habitual de estrellas se disuelve y éstas buscan
alojamiento en otros hoteles de la ciudad.
Sin embargo, en 2004
Woody Allen estrenó a nivel mundial en San
Sebastián su película Melinda & Melinda
en la gala de inauguración de la 52 edición, lo que supuso todo un hito en
la historia del festival, que desplazaba al Festival de Venecia
como lugar de estreno de las películas del director neoyorquino. Tras dos
ediciones más discutidas, las ediciones 53 y 54, la de 2007, marcada positivamente por la
recuperación del histórico Teatro Victoria
Eugenia, que había permanecido cerrado y en obras desde el año 2000,
devolvió a San Sebastián a
un buen puñado de estrellas internacionales, entre las que cabe destacar a Samuel L. Jackson, Demi Moore, Roberto Benigni, Viggo Mortensen, David Cronenberg o Richard Gere. Las enormes aglomeraciones de
donostiarras que se acercaron a recibir a las estrellas superaron, con mucho,
las que se habían producido en las ediciones anteriores, y devolvieron al
Festival la plena aceptación popular del público donostiarra no habitual en las
salas de cine durante el certamen. En cualquier caso, la principal
característica del Festival, diferenciadora del resto de festivales, es la
capacidad de atracción de los propios donostiarras, que inundan las salas de
cine de la ciudad, que durante esos días solo emiten películas del Festival y a
precios reducidos. Se trata del Festival con mayor asistencia de público del
circuito de Festivales internacionales de primera categoría.
El Kursaal
durante la gala de clausura de la 54 Edición (2006).
En 2008 se produce otro repunte en la trayectoria del
festival con la presentación de la nueva película de Woody Allen: Vicky Cristina
Barcelona, que cuenta con la presencia del propio Woody Allen y
de Javier Bardem. Antonio Banderas recibe el premio Donostia de manos de Pedro
Almodóvar, y Ben Stiller y Robert Downey Jr presentan su nueva película la
supertaquillera Tropic Thunder;
también se pueden ver pequeñas perlas del cine como la adaptación del libro El
niño del pijama de rayas. Otros visitantes ilustres son Meryl Streep, galardonada con el premio
Donostia, y John Malkovich.
El Festival de San Sebastián se ha estabilizado en su
tradicional enfoque al ámbito hispanohablante sin haber renunciado a su
dimensión internacional.
Historia
el festival de cine en Guadalajara
A lo largo de sus veinte
años de existencia, el Festival Internacional de Cine en Guadalajara se ha
consolidado como un espacio privilegiado para la exhibición del cine de
calidad. Desarrollado en un ambiente que favorece el diálogo entre los
creadores y el público, el Festival ha sido también un lugar de reunión de
cineastas, actores, fotógrafos, funcionarios, distribuidores y críticos,
nacionales y extranjeros. Así, este encuentro anual ha servido para dar a
conocer jóvenes valores e impulsar sus carreras, al mismo tiempo que ha
reconocido y revisado la obra de los ya consagrados.
Desde sus modestos, pero
muy bien encaminados inicios, el Festival (originalmente Muestra de Cine
Mexicano) definió una línea de trabajo que se ha mantenido. Por supuesto que ha
crecido y se ha diversificado, pero no ha abandonado ninguna de las labores que
en 1986 se consideraron importantes y prioritarias y que hasta hoy siguen
siendo fundamentales a la hora de determinar las políticas de programación y de
organizar su crecimiento. Más películas, más salas, más invitados, más
actividades, pero manteniendo la misma idea rectora.
En un momento difícil
para el cine nacional, el Festival se propuso como una vitrina, dirigida
primero hacia el espacio local y luego hacia el internacional, que mostrara y
en consecuencia abriera espacios a la producción nacional. Sin descuidar, por
supuesto las cinematografías latinoamericanas, que casi desde el comienzo
fueron objeto de una atención especial, y sin olvidar tampoco el cine que se
hace en el resto del mundo, muchas de cuyas obras importantes también pasaron
por Guadalajara durante las dos últimas décadas.
Para el Festival, la
importancia del cine reside sobre todo en su valor cultural, en la manera que
refleja la identidad de un pueblo, su idiosincrasia, sus costumbres. En ese
sentido, la exhibición del cine actual ha tenido siempre como referente al cine
de pasado, objeto de retrospectivas y homenajes. Publicaciones, coloquios,
exposiciones, mesas redondas, debates, han llevado el cine a todos los rincones
de Guadalajara durante los días del Festival, incluso a las fiestas, que tienen
para los visitantes un sabor muy especial.
Pero igualmente reconoce
que es necesario abrir nuevas puertas para el cine nacional e iberoamericano.
Por eso, de hace tres años se inauguró un Mercado del Cine, en franca
consolidación. Al tiempo que también ha habido foros para la presentación y
discusión de proyectos, encuentros que posibilitan los convenios de
coproducción y diferentes tipo de reuniones que buscan que el aspecto económico
del cine no sea ajeno al Festival. Al contrario. La supervivencia del Festival
sólo puede darse en la medida en que exista un cine mexicano e iberoamericano
cada vez más vital, más poderoso y menos dependiente de los vaivenes cíclicos
que han afectado tradicionalmente a nuestras cinematografías.